miércoles, 5 de diciembre de 2012

Tenés mi permiso

 Podés gritar a los mil vientos que no soy nada para vos. 
 O que lo soy todo.

 O que tanta sangre compartida no nos alcanzó para ganarle al menos una mano a este juego de mierda que suele ser muchas veces el amor. 

 Podés decir que no tengo excusa para mirar con todo el desdén que me cabe en el cuerpo, cada recuerdo de tu mano y la mía volviéndose una sola, contra todas las tempestades. 

 Podés mirarme desde las sombras de tus infinitas cuerdas, sólo para tener la certeza que aún escucho tu acorde cada vez que se me quiebra la voz, tratando inútilmente de pronunciar tu hermoso nombre en la inmensidad del aire una vez más.

 No me importa cuánto más conviertas mi corazón en un par de míseros hilos de carne muerta. Ni qué tanto me sueñes despierto camino a tu último recital, esperando encontrarme entre la gente, para odiarme en silencio por otro rato más.

 Ojalá algún día comprendas que el peso de tu cobardía destroza cualquier balance, porque está a la vista de cualquiera que busque enjuiciarte, que sangré mucho más de lo que alguna vez mereciste.

 Sólo me pareció interesante dejarte en claro que, hagas lo que hagas, no voy a entregarme. 
 Porque ya no me importa aquello por lo que antes daba la vida. 

 Y porque, hagas lo que hagas, no te voy a regalar mi perdón.

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